En épocas de pandemia “el derecho a la integridad física es más difícil de ejercer porque, en muchos casos, las niñas, niños y adolescentes conviven con su agresor”, advirtió Yael Bendel, asesora general del Ministerio Público Tutelar porteño, quien recordó que “ocho de cada diez situaciones de violencia suceden dentro de los hogares”.
Esta abogada, que se define como apasionada por el tema de justicia y minoridad, señaló que, si ya es difícil para las niñas o niños denunciar situaciones de violencia o abuso, en esta pandemia de coronavirus, el tema se complejiza aún más.
“La violencia contra estas niñas y niños es detectada cuando van a la escuela o en una revisación médica. Pero con el coronavirus no van a la escuela ni a clubes, mucho menos concurren a un médico y no tienen actividades extra escolares”, explica Bendel.
Télam: ¿Quiénes detectan la violencia entonces?
Bendel: Quienes suelen hacerlo ahora no pueden, salvo que la maestra -por ejemplo- lo haga por una videollamada o por teléfono, o porque antes de la cuarentena identificó algún dato y pidió que intervengamos. Hoy es muy difícil advertir situaciones de violencia y disminuyeron las denuncias, pero no porque el problema desapareció sino porque no hay modo de detectar esa violencia.
Nos preocupa que las víctimas convivan con sus agresores, que ocho de cada diez situaciones de violencia suceden dentro de la casa y que, en general, la lista de agresores está encabezada por hombres.
En la publicación “Violencia contra niñas, niños y adolescentes”, realizada por el Ministerio de Justicia y Unicef, se destaca que el 74,2% de los agresores son hombres (padre, 25%; padrastro, 21%; tío, 13,8%; abuelo, 8,5%; hermano, 4.6%; novio, 1% y ex novio, 0,3%).
La descripción se completa con familiares sin identificar, 22,5%; abuela, 1,7%; madre, 1,5%; hermana 0,1% y madrastra, 0,1%.
T: ¿Cómo combaten la disminución de la detección de casos de violencia?
B: Hablamos con las escuelas para que los docentes se dediquen a sus materias, pero también a verlos, escucharlos, a preguntar cómo están y cómo se sienten. Hay que indagar porque el aislamiento tiene muchos indicadores parecidos a los de maltrato por violencia.
También estamos hablando con la Sociedad Argentina de Pediatría y con los hospitales para que llamen y hablen con sus pacientes, no con los padres.
T: ¿Lograron detectar situaciones de violencia con este tipo de escucha?
B: Sí, pero hay algo mejor: los amigos de los chicos son los grandes protagonistas en esta cuarentena porque les cuentan a sus padres lo que le sucede a su amigo y se comunican con nosotros o con los docentes. Los grandes protagonistas son los mismos niños y está bueno porque el mensaje es que un amigo puede salvar a otro amigo.
La violencia contra estas niñas y niños es detectada cuando van a la escuela o en una revisación médica. Pero con el coronavirus no van a la escuela ni a clubes, mucho menos concurren a un médico”
Esta es la gran preocupación que tenemos y de la que poco se habla. Y también se habla poco de los abandonos de tratamientos por trastornos alimentarios.
T: ¿Qué tipo de violencia se profundizó en este período de aislamiento?
B: La más visible, que no significa que sea la que más aumentó, es el grooming y la publicación de imágenes con contenido sexual y de abuso contra niñas, niños y adolescentes. Esto es lo que más se expuso, pero creo que lo que más aumentó es la violencia intrafamiliar.
T: ¿Hay sectores sociales en los que aumentó determinada violación de derechos?
B: El director de Niñez de la OMS, Alejandro Malatesta, dijo que muchas veces pensamos que los derechos son estamentos aislados, donde tenés el derecho a la salud, el económico, el social o el cultural, pero esta pandemia mostró que todo está relacionado.
Fíjese cómo el riesgo en la salud perjudica a la economía, a las relaciones sociales, la política, todo. El que tiene una vivienda pequeña, donde conviven diez personas en un ambiente, no vive la misma situación que los que viven en más de dos ambientes.
No es cierto que la pandemia nos tomó a todos por igual, es súper discriminadora. Si yo tengo un sueldo, mi situación es muy diferente a la que de quien está perdiendo todo, y por eso veo que esta situación afecta más a los sectores más vulnerables.
Pero en términos de abuso la pandemia no discrimina. El abuso es igual en todos lados, pero está más solapado en sectores privados.
T: ¿Cómo y desde dónde acceden los menores a sus derechos a partir de la Justicia?
B: Organismos que reciben denuncias y que deriven hay cientos. El problema es qué hacemos con esa denuncia porque no puede ser lo mismo hechos en los que haya violencia contra un menor que una estafa. Los delitos contra niños, niñas o adolescentes -que están terminando de armar su psiquis- son ahora. Y si no les damos una respuesta ahora, si no cortamos el sistema de impunidad con una sanción a quien les hizo daño, perpetuamos un estado de angustia del que no podrán salir.
Además, también aparece un claro desequilibrio entre la persecución del delito y la protección del niño.
T: ¿Se pueden lograr ambas cosas?
B: Sí, pero el problema es que, si no se llega a la condena, al pibe lo hacen pelota. Creo que en algunos sectores de la justicia hay una subestimación y una falta de interés sobre lo que le sucede al niño. La causa más importante que tiene un fiscal o un juez es un delito contra un niño al que tiene que restituirle inmediatamente sus derechos porque es niño ahora. Mañana será adulto.
T: ¿Y qué se hace con esa ausencia de persecución del derecho?, porque los niños lo padecen si no llega o llega tarde.
B: Se concientiza.
Más allá de buscar convertir en vergel un desierto, Bendel propone evaluaciones periódicas a los integrantes del Poder Judicial.
“Se evalúa si conocen el articulado y las leyes, pero no se evalúa qué sensibilidad tienen sobre los derechos humanos. Hay que tener empatía con la víctima, decidir y protegerlo inmediatamente”, concluye.