La inmunidad obtenida una vez superada la enfermedad del COVID-19 podría durar toda la vida, de acuerdo con estudios realizados por un experto en enfermedades infecciosas del Centro Médico de la Universidad de Rochester, en Estados Unidos.
Una investigación publicada por la revista mBio y reseñada por Redaccion Medica indica que el virus causante de la infección por COVID-19, es decir el SARS-CoV-2, influye en las células B de memoria. Estas células son caracterizadas como agentes inmunes que crean anticuerpos y los «recuerdan» en el futuro. En otras palabras, la próxima vez que el virus pretenda ingresar al sistema del individuo, las células B de memoria podrán repeler la infección y eliminarla antes de que comiencen los síntomas.
El análisis también sugiere la existencia de una denominada «reactividad cruzada» de dichas células. Según los autores, esto indica que cualquier persona que haya sido infectada por coronavirus posee algún grado preexistente de inmunidad frente a un nuevo contagio. Sin embargo, son necesarias más indagaciones.
¿Cómo actúan las células B de la memoria?
Las aseveraciones expuestas anteriormente tienen como base una comparación de muestras de sangre. Por un lado, pruebas obtenidas de 26 personas en estado de recuperación del virus en su nivel leve o moderado. Por el otro, muestras de 21 donantes sanos recolectadas desde hace seis a diez años.
Los investigadores midieron los niveles de células B de memoria así como los anticuerpos que se dirigen a partes específicas de la proteína Spike. Este último componente existe en todos los coronavirus y es crucial para ayudar a que la enfermedad infecte las células.
Tras múltiples exploraciones, se observó que dicha proteína actúa de una forma distinta en cada coronavirus. Pero uno de sus componentes, la subunidad S2, se mantiene prácticamente igual en todos ellos. Este comportamiento indica que «las células B de memoria no pueden diferenciar entre las subunidades Spike S2 de los diferentes coronavirus y atacan indiscriminadamente», según el estudio publicado en mBio.
Las cifras negras del COVID-19 y el clamor por una cura
Recientemente, los contagios por COVID-19 superaron los 35 millones a nivel mundial. Y al menos un millón de personas han muerto por esta enfermedad, según cifras aportadas por la Universidad Johns Hopkins.
Entre los países con mayor número de contagios se encuentra Estados Unidos, con siete millones. Le siguen India, Brasil, Rusia, Colombia, Perú y Argentina como los territorios donde se registra el mayor índice de infección.
Este escenario dio pie a que los grandes laboratorios inicien una carrera por desarrollar una vacuna con la mayor rapidez y eficacia posible. Rusia fue el primer país en anunciar tal hallazgo. El Gobierno de Vladimir Putin informó en agosto haber sido el primero en registrar una vacuna «eficaz» y que permite una «inmunidad estable» contra la COVID-19, reseñó Efe en ese entonces.
Mientras tanto, en Estados Unidos, Reino Unido y China, las industrias trabajan en la última fase de posibles vacunas. Y en el resto del mundo al menos 140 laboratorios trabajan en el desarrollo de una dosis contra el coronavirus.
En América Latina, región golpeada por esta afección en gran escala, Venezuela fue el primer país en importar vacunas para combatir el COVID-19. El país caribeño recibió el viernes pasado un primer lote de la vacuna rusa llamada «Sputnik».
Estas iniciativas de vacunaciones tempranas distan de tener el visto bueno de la Organización Mundial de la Salud (OMS) y otros entes internacionales, pues se teme por los efectos adversos, como los ya anunciados por los creadores de la «Sputnik»..