“El rostro ajeno”, obra escrita y dirigida por Carolina Adamovsky, cautiva con un relato movilizante y una puesta original en la que abre interrogantes acerca de la identidad y la ética, a partir de la historia de un hombre a quien le fue trasplantado un rostro ajeno.
Un minucioso trabajo actoral y la solvencia del texto se complotan para sostener el suspenso de principio a fin en una pieza audaz, resultado de la ardua investigación que la dramaturga hizo a partir del impacto que le causó el primer caso de trasplante de rostro, que se realizó a fines del 2005 en Francia.
“Recuerdo lo perturbadora que me resultó la idea de un cambio de rostro cuando leí la noticia en el diario. No se habla mucho de ese tema y en ese momento sentí que la ciencia había pasado límite. La idea de un otro en la cara de uno me pareció tan inquietante que la imaginé muy potente y quise hacer algo”, contó Carolina Adamovsky en charla con Télam.
“Recuerdo lo perturbadora que me resultó la idea de un cambio de rostro cuando leí la noticia en el diario, sentí que la ciencia había pasado límite” La dramaturga y actriz se refiere al trasplante que se le realizó a una mujer que había quedado completamente desfigurada por su propio perro, en Francia, a fines del 2005.
“Empecé a seguir lo que pasaba con el primer caso, todo me parecía impactante. Parece que se hizo a escondidas, sin la autorización de la comisión de ética de Francia, y la trasplantada fue una mujer que se quiso suicidar”, recordó.
“Yo quería hacer una obra con ese tema pero no sabía cómo, el formato de la obra fue apareciendo con el tiempo, me interesaba la idea de no mostrar imágenes reales -continuó-, entonces pensé en un caso ficcional que se construya con relatos reales, y jugar con el suspenso, algo que en el teatro es tan difícil de lograr”.
Así, lo que en principio iba a estar más enfocado en el costado científico del asunto -su nombre original era “Híbrido”-, terminó virando hacia el lado más humano y “el ojo se puso en lo que pueden estar sentir las personas que transitan esa experiencia”, explicó Adamovsky.
La obra cuenta la historia de un hombre que antes de un accidente era un retratista -interpretado por Javier Acuña- que sabía ver el alma en el rostro de la gente y que hoy no se reconoce en su nueva cara.
“Fue un trabajo arduo para los actores, tienen que jugar con la música, con el plano ficcional y el real, fue una construcción sobre cómo establecer este lenguaje de suspensión” La idea de que el trasplantado en cuestión se sostenga en el escenario con una máscara neutra y de espaldas al público durante los 40 minutos en que transcurre la pieza, es un recurso interesante que utiliza la directora para mantener la tensión y hacerlo sin caer en la tentación del morbo.
Una pantalla gigante ubicada en el fondo del escenario, utilizada como un lenguaje paralelo, complementa el riguroso trabajo de los actores.
Adamovsky indicó que su intención era contar la relación entre el que recibe y el que dona, y especialmente en lo que sienten las mujeres que están comprometidas con esos hombres.
Así es como la actriz Romina Moretto se ajusta con solidez a la exigencia del papel de la mujer del hombre trasplantado, que debe lidiar entre el amor y la piedad; mientras que Alejandra Flores sale airosa del desafío de interpretar a la viuda del donante, un personaje contenido que no termina de caer en lo que pasa.
Y en ese relato no convencional, es a Pablo Caramelo a quien le toca encarnar a una suerte de narrador periodístico, que forma parte de ese engranaje anacrónico.
“Fue un trabajo arduo para los actores porque la obra es un tanto meticulosa, acá ellos tienen que jugar con la música, con el plano ficcional y el real. Fue como una construcción entre todos sobre cómo establecer este lenguaje de suspensión, fue un trabajo muy interesante de buscar e investigar”, concluyó la directora.
“El rostro ajeno”, de Carolina Adamovsky, se presenta los sábados a las 21 en El Portón de Sánchez (Sánchez de Bustamante 1034, Capital).