El ilusionista ofrecerá un recorrido por sus treinta años con la magia, efectos y composiciones, junto con la narración de historias en 120 minutos. Puede verse los jueves a las 21 en la Sala Siranush, de Armenia 1353 en el barrio porteño de Palermo.
Aunque realizó su primer show de magia -contratado-en la adolescencia, el caballero que hoy tiene 43 años, antes de cumplir los 10 se animó a estudiar con maestros y gradualmente logró explorar los pliegues de ese mundo.
Su romance con el arte de la ilusión no se detuvo desde entonces e incluye presentaciones televisivas, actuaciones en el escenario mayor de Cosquín, La Rural, en el marco del Disney Animation Festival y shows en el Magic Castle de Hollywood, centro de la magia internacional, donde realizó shows en inglés para cinco mil personas de de orígenes diversos.
El espectáculo que puede verse en el espacio de Palermo, resulta una propuesta, “más cercana a lo teatral, ya que en mi vida, la magia es consecuencia de mi amor por las tablas”, detalla mientras hace referencia a su camino de formación que incluyó a docentes como Julio Chávez, Miguel Cavia y Patricia Palmer y hasta estudios de comedia musical.
“Se trata de un ciclo de shows -continúa-, no son funciones sueltas, donde busco combinar diferentes tipos de expresión artística sobre el escenario donde los trucos son sólo un punto de partida”.
Jansenson nombra a su trabajo como, “‘teatro de inmersión'”, porque trato que el público no oficie sólo de espectador, sino que sea de verdad una parte activa del mismo, ya sea porque dejo naipes en sus manos, o porque compartimos una suerte de ejercicio donde viajamos juntos con la imaginación”.
“Evocaciones” cuenta con el plus de desplegar su magia en un ambiente “acogedor e íntimo, como si hicieras un show en el living de una casa particular, algo relacionado con mi planteo artístico donde mi premisa a la hora del asombro es apelar a elementos cotidianos, sin usar grandes aparatos que remitan a lo mágico”.
Dentro de esa lógica de buscar lo extraordinario en la cotidianidad, el mago apela a servilletas de papel, naipes, monedas, rompecabezas o copas de martini para que, “la gente consiga relacionar los hechos de magia con la vida diaria, una capacidad que tenemos, innata, pero que ya en la infancia nos van enseñando (desde diferentes ámbitos) a olvidar”.
Para el ilusionista, “la magia nos elige a todos al nacer, y cuando empezamos a crecer, soportamos distintas presiones, muchas veces desde la formación educativa, como la de tener que ser otra cosa diferente, algo más, aparece con fuerza el deber de convertirnos en personas que trabajen mayormente con la do racional del cerebro, entonces dejamos de jugar a la magia.”
Durante el espectáculo, hay fragmentos dedicados al recuerdo de anécdotas compartidas junto a sus dos maestros de magia ya fallecidos, el primero de ellos Charly Brown, un mago que participaba regularmente del programa del Negro Olmedo “No Toca Botón” y el genial René Lavand.
Jansenson se emociona al recordar su primer encuentro con Lavand, a quien fue a verlo en un show, pero antes se acercó a pedir que fuera su maestro, tarea que el artista inicialmente rechazó, aunque terminó aceptando gracias a, “una coincidencia mágica, vivencia que relato frente a la platea”.
“Mi maestro Lavand -continúa- era un gran contador de historias y decidí continuar el sendero de la narración, lo disfruto, me gusta ver cómo la gente se emociona y los 120 minutos de duración se pasan volando, es más, alguna vez hice un show más corto por sugerencia de unos productores y la gente venia a quejarse porque sentían que no alcanzaba”.
Como parte del homenaje al genial ilusionista tandilense, se encuentra trabajando en un proyecto creativo en esa ciudad, cuyo primer paso fue lograr la puesta en marcha de la recuperación del Teatro Cervantes fundado en 1887 (cerrado por años), y sigue con la organización de un Festival internacional, una carrera oficial, más un museo, todos dedicados a la magia, en Tandil.
“Todo el mundo nace siendo mago, la invisibilidad no implica inexistencia”, concluye Janseson que incluye conceptos de la práctica del Zen y narraciones del mundo en el espectáculo que cuenta con música y una puesta minimalista, capaz de favorecer la concentración del público.