Con unas pocas ausencias cantadas, el grueso de la constelación sindical dará el paso más decidido en años para convertir en una sola CGT las actuales tres centrales en las que hoy se reparten. Esta primera puerta a la unidad, clausurada durante la era kirchnerista, quedará abierta en simultáneo con la primera fuerte advertencia sindical a Macri, a ocho días de su asunción.
Nadie va a proponer planes de lucha ni medidas de confrontación abierta. No hay disposición por ahora más que para mostrarle al macrismo cuán fieros e inquietantes lucen los caninos de los sindicalistas si todos juntos muestran los dientes al mismo tiempo. Pero de un modo u otro quedará dicho que la paz social podría evaporarse si el sindicalismo es “empujado” a un escenario de calle, reclamo y movilización; especialidades de la casa que nadie podría negarles.
Las veladas amenazas serán acompañadas de una canasta de demandas de las que nadie responsabiliza a Macri, pero que sí tocará a él atender. Se ha extendido con los días la lista de gremios que reclaman un bono salarial de fin de año para compensar la abrupta caída del poder adquisitivo, ante la subida grosera de la inflación, heredada de la gestión anterior. Anoche, los redactores del borrador del documento que alumbrará el plenario analizaban cómo incluir aquella inquietud de una manera totalizadora, dada la diversidad de pedidos.
Habría en cambio acuerdo para pedirle al Gobierno un resarcimiento económico para los jubilados, de entre 3 y 4 mil pesos, de modo que “los viejos puedan pasar las Fiestas con dignidad”, según confió a Infobae uno de los más diligentes cocineros de la unidad gremial.
Debería ser quizás una luz amarilla de alerta para el Gobierno que polos tan opuestos como Moyano y el metalúrgico kirchnerista Antonio Caló, aparezcan apuntando contra el mismo blanco. Mordaz, el camionero aseguró que esperaba que el cepo sacado al dólar “no lo pongan en la paritaria”. Se reveló de acuerdo con el “sinceramiento de la economía”, aunque aclarando que no van a consentir que la devaluación la terminen pagando los trabajadores. Fue un poco más lejos al decir que encontraba cierto aire de familia entre el neoliberalismo de los 90 y la actualidad.
Caló, mil veces desautorizado cuando no burlado por Cristina, jamás cuestionó nada. Ayer, por el contrario, presentó un cálculo propio sobre cómo afectará el nuevo dólar a los salarios. Estimó una pérdida cercana al 50 por ciento. En cualquier caso, entre los sindicalistas se ha instalado la idea de que la eliminación de retenciones para el campo y la elevación del tipo de cambio impactarían negativamente para quienes viven de ingresos fijos. Sin embargo, como casi siempre, no hay uniformidad de criterios entre las distintas tribus de la ortodoxia sindical.
El súbito enojo de Moyano con Macri parece responder más a sus fallidos intentos de colocar hombres por él apadrinados en áreas clave del Gobierno, que a otra cosa. “El Gobierno se llenó de gerentes”, se quejan los suyos. En cambio, “gordos” (el mercantil Armando Cavalieri y Carlos West Ocampo, de la Sanidad) e “independientes” (el trío inseparable que integran el constructor Gerardo Martínez, el estatal Andrés Rodríguez y José Luis Lingeri, de Obras Sanitarias) presentan una posición más conciliadora con el macrismo.
Podría entenderse por qué. Ayer, el Presidente, cumpliendo una promesa de campaña, resolvió dejar en manos del sindicalismo la estratégica Superintendencia de Servicios de Salud; el organismo que regula a las obras sociales sindicales, con un presupuesto de siete mil millones de pesos al año. El elegido para el cargo resultó el sanitarista Luis Scervino, hombre de Swiss Medical y director de la entidad de salud del gremio que conduce Lingeri, que descorchó con recato.
Con Scervino en ese puesto, tal vez resulte posible para los gremios recuperar el pozo de entre 25 y 30 mil millones de pesos que los K retuvieron de la recaudación de las obras sociales sin nunca presentar una explicación. El dinero estaría depositado en una cuenta del Banco Nación.
Uno que se aproximó al Gobierno sin complejos es Cavalieri. Días atrás en una asamblea de Comercio, no se guardó nada. Le pegó muy duro a Cristina: “Cuando la máquina de hacer billetes, que encima la compró Boudou, es más importante que la recaudación impositiva o el balance comercial, es que se gastaba de más. La señora quería encima que los gobernadores sabotearan la reunión con Macri, cuando ni siquiera pueden pagar los sueldos. En las provincias del Norte no tienen a uno como el pelado de la Capital (por Horacio Rodríguez Larreta) recaudando millones”.
“Se trata de cambiar y vamos a cambiar. Hay generaciones de argentinos que no trabajaron nunca. ¿Qué queremos?, ¿trabajos o subsidios?”, concluyó el mercantil, para quien Macri “sin ser Perón o Alfonsín llegó lejos. La gente se cansó del cristinismo”. Diferenciándose de sus colegas, Cavalieri juzgó como una “acertada decisión” la baja de retenciones a los productores rurales.
Desde el toro mecánico en el que está montado el Gobierno, un calificado operador macrista dijo a Infobae no entender la temprana incomprensión de algunos dirigentes. “Los recibimos, los escuchamos, cosa que nunca hizo el gobierno anterior. La devaluación nos va a pegar un poco a todos. Pero liberamos el dólar y el mundo sigue andando. Hay que esperar…”. En sendos almuerzos con dirigentes sindicales, el ministro Jorge Triaca no detectó hostilidades. Más, a su turno, Luis Barrionuevo le prometió varias veces que “vamos ayudar al Presidente Mauri (sic)”. Triaca insistió en esas comidas con una idea fija: las paritarias no tendrán techo. Se verá.
En verdad, la idea del macrismo es patear para marzo las paritarias que arrancan en pleno verano, como la de los bancarios. Buscarán pactar sumas puente hasta tanto el panorama aparezca más claro para sellar acuerdos por un año. No está dispuesto a ser tan paciente el responsable de la CTA combativa Pablo Micheli, que ayer mismo convocó a una marcha por la Ciudad, para exigirle el martes próximo al Gobierno un bono de emergencia de cinco mil pesos.
Infobae