En nuestra sociedad el responsable de todo mal es el otro.
Tenemos la mirada acusadora puesta ahí, en la vereda de enfrente o al lado. No son necesarios los nombres propios, con pronombres peyorativos nos alcanza.
Históricamente la conducta argentina se ha ido perfeccionando en este sentido, ego maniaco y casi jodeputesco a la hora de nuestros propios errores, el recurso infantil “Srta., Srta. el también lo hizo” pretende atenuar la falta. Y lo logra.
Si hay personas extraordinariamente capaces, somo los argentinos somo. (Bien tinguitella) Porque cuando nos proponemos, señores; logramos ser científicos en un año y un mes. y/o economistas, expertos en seguridad, salud etc. con un máster en invertir la carga de la prueba
Inaudita parte y siempre lo hacemos mejor que quienes lo hacen, pero no hacemos. Y esos que lo hacen no tienen nuestros votos.
Toda responsabilidad puesta en manos nuestras como ciudadanos no prospero ni lo hará, porque no tenemos la voluntad personal de hacerlo.
Idiotas y rebeldes, combatimos por una libertad, tan libre que combate y, como no podía ser de otra manera; desenfundamos los derechos humanos, en una suerte de gatillo fácil, sin un solo argumento, y ojolata que si no alcanza revoleamos con la constitución de la que solo conocemos el preámbulo y capaz no, pero, en esto de asociar libremente le tiramo con el barrio y la estación del Roca.
La auto responsabilidad necesaria en el marco pandémico que nos dio vuelta la vida; lo cotidiano y la esperanza que nos prohibió invisiblemente el afecto.
Nunca fue una práctica argentina, no lo será. No tenemos ganas.
Algún loco suelto hace pirotecnia con la empatía, un ratito y se desvanece como burbuja de champagne barato.
No es un tema de conciencia.
No queremos otra situación que la que transitamos. Queremos y nos esforzamos para lograr una segunda, tercera y quien sabe cuántas olas, de este inmundo virus, como surfers de competición, sin tabla.
Y como le es propio a todo genio, no sabemos ni cuando es nunca pero allá vamos repitiendo en el camino a la misma nada, relatos conspirativos; y retornamos al principio, esta vez con apodos: la culpa es del Gato, de la Yegua, de Albertitere.
Ha porque y que lo sepan: el respeto institucional y a las envestiduras son vintange. No sirven ni pa decorar.
Somo argentino somo tamos de vuelta de todo “¡Sí señó!”
Don Presidente enciérrenos, capaz nos reseteamos.
A usted no le toco bailar con la más fea. A usted Sr Fernández le tocamos los argentinos.
La t@na Varenna Para CEF Noticias.